Rascarse el higo
-y; cuando digo el higo,
digo también los güevos-
debe ser un asunto
que, amén de requerir
su buen esfuerzo, agota
materia gris a punta pala.
Tan sólo siendo así podrían explicarse
las perlas que, a menudo, nos regalan
parlamentarios como
Rajoy, Rafael Hernando
o Celia Villalobos.
(En efecto, queridos, son los tres del PP,
pero sólo porque iban
igual que anillo al dedo
para el ritmo y la métrica.
Así que no os cortéis:
se agradecen apócrifos.)
En todos los casos, y que sirva de referente, se agradecen epitafios políticos.
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