Por la angosta gatera del chovinismo y la mitomanía, se nos suelen colar los más descomunales y perniciosos caballos de Troya. Y nunca falta en los multitudinarios y enfervorizados comités de bienvenida que los reciben entre vítores y aleluyas, algún que otro quintacolumnista de los aqueos con armadura de troyano.
Ilustración: El incendio de Troya, de Francisco Collantes.
Decía mi abuela, cuando había un conflicto familiar: Va a arder Troya
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