viernes, 19 de mayo de 2017

El zorro y las uvas


(A vueltas con Banderas)

Banderas —digámoslo no como insulto, sino en honor a la verdad; no vaya a ser que el tierno corazoncito del insigne malagueño sufra un síncope al sentirse, en su interesada y manipuladora opinión, vejado injustificadamente—, amén de serlo de Andalucía (dudoso galardón en cuanto a su merecimiento —permítaseme que insista—, visto lo visto estos días), es también uno de los hijos más dilectos de la (in)cultura del pelotazo; esa mediante la cual los más pudientes han venido haciendo durante décadas su agosto en Esperpentaña con la connivencia de unos poderes públicos permanentemente instalados en la cloaca de la mordida y el amancebamiento con las élites económicas a objeto de sacar tajada compartida de la laminación y sodomización del pueblo. Así que la reacción de Banderas no es, como, poniendo algún que otro paño caliente al asunto del Astoria, han querido ver algunos cronistas críticos con la actitud tramposa del actor, una simple pataleta por haber visto frustradas sus expectativas de negocio; unas expectativas en buena parte asentadas en la transgresión de la legalidad urbanística, así como en el injustificable trato de favor que pretendía otorgársele desde el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Málaga con su alcalde al frente. No, la reacción de Banderas, con la complicidad de los medios de manipulación que apuntalan este Régimen decadente, antidemocrático y corrupto heredero del Franquismo, es un ataque meditado y furibundo hacia aquellos que se resisten a continuar permitiendo que esa aberrante y perniciosa (in)cultura, la del pelotazo, siga engordando los estómagos de una alta burguesía, la nuestra, con ínfulas aristocráticas, a costa de ir sumiendo al pueblo en el cada vez más profundo abismo de la miseria; una alta burguesía esta, sin ética ni escrúpulos, y que tan habituados nos tiene ya a unas prácticas en tantas ocasiones similares a las utilizadas por organizaciones criminales y mafiosas. No, la reacción de Banderas no ha sido el pueril berrinche de un niño consentido al ser privado del disfrute de un juguete que esperaba y que, a la postre, no le fue traído por los Reyes Magos. La reacción de Banderas responde a eso hoy tan denostado que convenimos en denominar lucha de clases. Esa que hace ya tanto tiempo venimos perdiendo.

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