"Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro".
José Martí
Un libro, un hijo, un árbol.
No tomemos al pie
de la letra la frase
del revolucionario
y poeta cubano.
Tal vez haya a quien sobre
de manera legítima
lo del hijo y le falten
algunas otras cosas.
No es ese el tema. ¿El tema?
El de la trascendencia
de un ser —el ser humano—
del todo intrascendente.
Un ser que está obligado,
como especie animal,
a crear —como nos dicen
que los dioses, que Dios—
para que no se agoten
los ciclos de la vida.
Que en su mapa genético,
aun estando hoy perdido
sin sextante ni brújula,
lleva el gen que lo empuja
a la conservación
de la especie —los hijos—
y de las condiciones
—el árbol— que permitan
su sustento y el de otras
especies animales
que no han desarrollado
aún como el ser humano,
el don, la cualidad
de la razón. Un don
que ha dado, nos ha dado,
entre otros muchos frutos,
el arte y la cultura.
La cultura: herramienta
que contribuye y cuánto
a hacer pueblos más sabios,
más libres y que el ser
humano está obligado
por lo tanto a cuidar
y defender lo mismo
que a un hijo o a una selva.
Un libro, un hijo, un árbol.
. . . . . . . . . .
(España, año dos mil
noventa y dos: de aquellos
polvos —primeras décadas
del siglo XXI—,
este erial, estos lodos.)
Fueron peor que el Saturno
de Francisco de Goya.
No sólo devoraron
a sus hijos, a aquellos
a los que deberían
haber cuidado, a aquellos
que habían depositado
su confianza en ellos.
Acabaron con todo
lo que olía a cultura:
arrojaron al fuego
del olvido a Cernuda,
Cervantes, Gil de Biedma,
Blas de Otero y etcétera.
Sin una llama, lejos,
muy lejos de alcanzar
cuatrocientos cincuenta
y un grados Fahrenheit,
aquel incendio fue
peor que el que calcinó
la magna biblioteca
sita en Alejandría.
A la par legislaron
para que los pirómanos
de los bienes comunes,
amén de impunidad,
obtuviesen ganancias
inmediatas del fuego
propagado en los bosques.
Y España ardió de norte
a sur y de este a oeste,
desde el monte a las playas.
Un libro, un hijo, un árbol:
entiendan la metáfora.
De aquellos polvos, estas
cenizas, estos lodos.
Fueron peor que el Saturno
de Francisco de Goya.
Dejando a un lado que ya tuve un hijo. Si planté muuuchos árboles ¿Suplantan al libro? Ah, también adopté a un gato.
ResponderEliminarPobre José Martí, enfermizo y debilucho lo mandaron a la guerra para después decirnos en la escuela que sólo se dedicó a escribir poesías en medio del campo de batalla y que por eso lo mataron en "Dos Ríos". Mejor se hubiera quedado en su casa, tranquilo, si nadie le agradeció su aporte.
Es tan cierto "ser cultos para ser libres".
Feliz Domingo!