haciendo el bien o si eres
poco menos que un diablo
en tu exigua existencia.
Sin excepción nos tiene
reservado el destino
—esa absurda entelequia—
un hueco en el infierno.
Y, cuando digo infierno,
no vengo a referirme
a un territorio férvido
situado en el subsuelo,
en el que, tras la muerte,
seguiremos en cierta
manera poseyendo
sentidos y consciencia
y estaremos sufriendo
eternamente llagas,
quemaduras, dolor
dolor, dolor sin tregua
Me refiero al olvido,
a lo hueco, al vacío;
no esperes otra cosa.
Así que tú decides
si el bien o el mal en tanto
continúes arrastrando
tus carnes y tu arritmia
por este purgatorio
que es la vida, este tránsito
sin oportunidades
de redención y gloria
celeste o cuando menos
una existencia eterna
de dolor insufrible
en el infierno. Yo
procuro hacer el bien
o no ser muy molesto:
que, al menos, cuando muera
y nunca haya existido,
los pocos que por poco
tiempo y de tarde en tarde
me recuerden no lo hagan
felices por haberse
librado de un pedazo
de hijo de la gran puta.
Ilustración: Gustavo Dore
La oportunidad de hacer felices a otros justifica y otorga un poco de sentido a este infierno de la vida
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