El día en que los idiotas sin maldad consigamos desengancharnos de la idiotez lo suficiente como para alcanzar a corregir algunas de las meditadas necedades de los prepotentes, el mundo podría comenzar a cambiar. Y quién sabe si a mejor. Pero, hoy por hoy, pagamos por cada dosis de idiotez que nos metemos en vena tan alto precio, que nos las administran gratis.
Por ejemplo, obsesionarse con un Real Betis campeón de liga, más que por cambiar tu barrio o tu ciudad
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