martes, 14 de febrero de 2017

Bodrio-poema nebuloso


I

Se ha borrado el semblante
que daba nombre al cántico.
Ahora la oscuridad lo inunda todo
y, en el silencio, el grito
—ese verso supremo
que brota de la raíz de la gangrena—
se abate sobre el túmulo
donde yace sin hálito el cadáver
del poema, dictando su epitafio
de piedra muda a lomos del eterno alpinista
penado a naufragar en el desierto.

II

En la piedra desnuda, aterecida,
la erosión ha eclipsado
la luz trémula y mate de las fechas
y el rango de los dioses.
Nadie vendrá a salvarnos.

III

El hedor coagulado
de la sangre, la sal
en la pupila, el labio, el sexo heridos.
Un sueño rueda agónico,
dos óbolos celestes
tatuados en sus párpados,
hacia el útero estéril de las cloacas.

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