martes, 31 de enero de 2017

Metáfora


Disparé contra el pecho
-esto es una metáfora-,
a la altura del cuarto
espacio intercostal izquierdo.
Tras vaciar el tambor de mi revólver,
blandí un cuchillo: apuñalé sin tregua
hasta haber agotado
todo rastro de acero.
Luego usé uñas y dientes.
Más tarde el labio, el cántico
y, cuando ya no tuve,
arma alguna, el silencio.
Disparé, apuñalé, mordí, arañé,
besé besé besé
                             y enmudecí,
tratando de ablandarlo.
Pero siguió el cadáver impertérrito,
erguido,
desafiante,
victorioso,
royendo con deleite los pingajos
sin sangre ya de mi último latido.

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