sábado, 24 de diciembre de 2016

La loba Lola


La loba Lola liba
almíbar de libélula
esperando en un claro
del bosque, como todos
los días, la llegada
de Pulgarcito Rojo.
Atesora el almíbar
de este insecto un potente
no sé qué afrodisíaco,
y la Lola lo bebe
con fruición a la espera
de que el azar le otorgue
una ocasión de ver
sus lascivos deseos
por Pulgarcito Rojo
al fin correspondidos.
La loba odia a los bueyes
y los cuentos de cántaros
rotos y de gallinas
ponedoras de huevos
de oro. Y la loba Lola,
cansada de esperar,
se termina durmiendo
y no puede evitar
que, al pasar Pulgarcito
con retraso saltando
por el claro del bosque,
caiga sobre una col
de un huerto abandonado
y un buey se lo meriende.
Cómo llora la loba
Lola pues no lo ha vuelto
a ver desde ese día
y piensa que el motivo
es que optó por marcharse
con Alicia al país
de las mil maravillas.
Y con cuánta congoja
y amor lo llama a gritos
—¿Dónde estás, Pulgarcito?—
sin que nadie responda.

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