Llegó la Navidad y, con ella, esas tan a menudo patéticas bacanales de empresa a las que, en numerosas ocasiones, se les suele poner la guinda con el hipócrita y aburrido jueguecito del amigo invisible. Y se me ocurre que algo novedoso habría que hacer de una vez por todas para dotar a esos tan entrañables momentos de confraternización sin par de unas mayores dosis de diversión y franqueza. Así, por qué en lugar de amigo, no enemigo invisible. Bombas fétidas, tarántulas, mierdas frescas de vaca mostrenca, mambas negras, sobres con el virus de la gripe aviar, fotografías de Rodrigo Rato tocando la campana, congelaciones salariales, expedientes de regulación de empleo, órdenes de desahucio... Yo lo pienso proponer a mis compañeros de curro para el año próximo. Aunque, probablemente, no asistiré al evento. Mi sempiterna alergia a la mojama y la gamba blanca de Huelva.
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