miércoles, 9 de noviembre de 2016
La semilla
Escribir un poema cuando sientes
que no te queda nada por decir
no es un mero ejercicio de retórica.
Siempre hay algo que, un día
tan turbio y tan lejano
que apenas existió, nos censuramos
por miedo a herir al otro o ser heridos;
algo que sigue al fondo del silencio
-una súplica, un nombre-
sin fe, pero latiendo
agrio y herido a corazón abierto,
preñado de semillas
de la única verdad -la muerte- y la única
mentira y bálsamo a la par -el don
equívoco y efímero de Venus.
Cuando sientas que nada
te queda por decir,
con vocación suicida
hurga en el corazón,
profundiza en su herida
y arráncale de cuajo
el último latido: la semilla
que alberga en su interior
una súplica, un nombre.
Siémbrala y luego
muere.
Poema necrófilo a lo Larra y Espronceda
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