lunes, 31 de octubre de 2016

Cuentos de la Calle Castilla (12) (Carlos Parejo)


Corrían los años treinta del siglo veinte. Los labradores que trabajaban las huertas y naranjales de la entonces vega de Triana, vivían humildemente en cerca de un centenar de corrales de vecinos, el hábitat típico de la otra orilla sevillana. En la calle Castilla hubo más de media docena de ellos. Eran conocidos por sus nombres coloquiales: el de la rana, el de los azulejos, el de los judíos, el de los fideos, el de la jarandilla o el de las flores. Éste es el último que queda en pie tal como fue siempre, para deleite de las cámaras fotográficas de los turistas.

Todos tenían su cancela de hierro a la entrada, su pasillo estrecho en forma de adarve moruno o patio compartido, con sus aseos y lavaderos comunes, sus butacones y hamacas en las entradas, y, sobre todo, las paredes de las habitaciones laterales atestadas de platos cerámicos, de azulejos a modo de altares, de jaulas de pajaritos cantores y de macetas con flores, desde el suelo hasta los aleros. Ahora que sólo viven viejecitos en él, las macetas sólo llegan a donde alcanzan sus temblorosas manos para regarlas.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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