Un político de verdad debería en todo momento hacer oídos sordos al aplauso. La política de verdad es una vocación abnegada que debiéramos sentir todos y que no merece más recompensa que la de su desempeño. Esa es la línea roja que, una vez rebasada, no tiene vuelta atrás y transmuda al político en enemigo número uno de su pueblo.
De acuerdo Mahamat Gandhi
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