Vaya un poema tonto
aquel que nunca supe
ni me atreví a escribir,
y se quedó varado
dentro de un laberinto
de palabras no dichas
y tímpanos quemados,
a la porfiada espera
de un hilo que ni en sueños
jamás llegó existir
para mí: el espantoso
y dócil minotauro.
¡Desconfía de la docilidad de un poema!
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