martes, 27 de septiembre de 2016

Píldoras color cielo

De súbito, te duele no sabes bien qué cosa. Un dolor moderado, o eso crees, que no cesa un instante, dolor en cuerpo y alma, entero. No es necesario que transcurra mucho tiempo para que comprendas que llegó con vocación de permanencia; y se te hace insoportable y empiezas a hacer planes y más planes en contra del futuro. Y es entonces cuando, como por arte de birlibirloque, se te aparece entre sueños el bálsamo de Fierabrás definitivo: en tu cadena favorita —Te la "jinco"—, un manipulador de opinión te ofrece justo lo que estabas esperando: un producto analgésico cuyo principal componente activo, de nombre casi impronunciable con reminiscencias clásicas, obrará en tan sólo unos días el prodigio de hacerte olvidar los malos tiempos. Te tiras de cabeza a la farmacia. ¿Cómo te ha ido? —te pregunta unas semanas después la farmacéutica, con la que coincides a la salida de la consulta de un afamado hechicero. Oh, bien, muy bien —respondes mintiéndote, porque aquella píldora color cielo aún sigue siendo tu más firme y casi única esperanza de poder escapar de los infiernos. Pero todo esto no son más que minucias. Sigue el dolor, pero has puesto tu granito de arena para reactivar el consumo y devolver de este modo a todo un país a la senda del crecimiento económico. !Enhorabuena!, ya puedes considerarte un ciudadano modelo.

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