Después de cuántos noes de campaña y precampaña y hasta el infinito y
más allá, ahora viene Rivera a decirnos, una vez más, aunque con la boca
chica, que no, que, en la primera, no, pero que a la segunda, por el
bien de Ibexistán y sus perfumandos proxenetas patrios, acabará
inhibiéndose. Y uno, ante algo así, no puede más que declararse
ojiplático y paticolgante militante. ¿No, pero luego, ¡ah!, me abstengo?
¿Anunciado así, de antemano? ¿Sin
esperar a que de por medio se produzca alguna modificación sustancial o
aun baladí en lo político que mínimamente lo justifique? Ojiplático.
Perplejo. Paticolgante. Estupefacto. Porque, claro, si entre primera y segunda, Rajoy el caminante, ese leviatán antimachadiano que, como
caballo de Atila, devasta los caminos al andar, se comprometiese con
Rivera, siempre que acudiese a someterse a una sesión de control del
Congreso, a hacerlo, por ejemplo, ataviado de lagarterana y andando
rápido (léase "rápido" muy rápido), habría motivos. Pero, en lo relativo
a posicionamientos sin motivo alguno que los avalen, mejor abstenerse
de dar bandazos como canto rodado sin meninges, y pronunciarse de manera
definitiva a la primera.
Los partidos liberales son la bisagra entre el conservadurismo y el izquierdismo
ResponderEliminarSuponiendo que el conservadurismo y el izquierdismo existan como tal. La viagra liberal se asienta entre ambas corrupciones.
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