Que nadie vea en estas
afirmaciones ánimo
alguno de meter
el dedo corazón
en el ojo o la llaga
de aquellos que esgrimiendo
su gran preparación
se piensan infalibles
y achacan siempre al otro
―tan necio y anticuado―
las causas de un fracaso.
Estas afirmaciones
no son dedo, no son
corazón, sino escudo
de utopía en la idea,
que ―¡la hostia, qué curioso!―
consuena con Ikea.
Y hablando de catálogos
de multinacionales
del mueble he de decir
que por más que podamos
usarlos para, haciéndonos
la o el sueco, vender
en un país hace tanto
aquejado del síndrome
de Estocolmo, café
para todos que al cabo
y al fin pudiera ser
nada más que achicoria
de todo para el pueblo
pero sin él;
por mucho
que sea el atractivo
y la modernidad
de su fotografía
y su papel cuché,
yo, tan torpe y antiguo,
prefiero el Manifiesto Comunista.
Poema derivatorio de IKEA a Marx, pasando por la piel de toro
ResponderEliminar