Hay un Pokemon Go de los cojones
atrincherado en mi cocina. Cómo
puñetas ha llegado
hasta aquí ni lo sé
ni me importa un carajo,
pero tengo que echarlo a cualquier precio.
Y ahora más que nunca:
ha mutado, el cabrón, en Bob Esponja
y lo mismo que una jodida esponja,
me cago en los dibujos animados
del país del sol naciente,
se está bebiendo toda mi cerveza.
Y qué tiempos aquellos, cómo los echo en falta,
cuando con la canícula,
venían a atrincherarse en mi cocina,
en lugar de esta plaga adicta al lúpulo,
la hormiga, la polilla
y hasta la cucaracha.
Los pockemon asustan menos y entretienen más, aunque no sé que falta nos hacen para vivir en paz
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