Aquella relación
fue como uno de aquellos
monólogos de Gila
llamando al enemigo.
Tanto así que a la firma
virtual del armisticio
que dio a su fin e impuso
este orden comparable
a la paz de los muertos,
yo aún seguía soñando
con la hora “H” del día
“D” en el que entablaríamos
el primer cuerpo a cuerpo.
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