María Luisa es como un sol tibio de invierno luego de la peor de las
tormentas. Sosiego y paroxismo a un tiempo, sólo un idiota, estando a su
lado, podría echar de menos otros instantes, lugares o personas. Y yo
soy un idiota, y no consigo dejar de pensar en la suerte que haya podido
correr Wifiginio, perdido y solo en este mar de arena sin confines.
Pero dónde y cómo buscarlo. ¡Volar! Sí, volar. En mi obsesión sin
tregua, he suplicado a María Luisa que me revele los secretos del vuelo.
María Luisa, "como si oyese el latido de un aldabón que llamara a la
muerte desde el fondo de sus propias entrañas", ha llorado niebla negra
y, en tanto el sol se ha desplomado sangrando y moribundo hacia su
ocaso, un aluvión de flores ha anegado el desierto.
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