Con la excusa de dónde cojones nos habremos dejado las llaves, terminamos durmiendo anoche en casa de un vecino: el picoleto culé, solterón, homófobo y a la par pederasta del cuarto derecha. No teníamos la menor duda de que un tercer juego de llaves, al igual que sucede sin excepción en las películas de suspense made in USA, reposaba plácidamente debajo del felpudo al alcance de cualquier desaprensivo. Pero Wifiginio y yo, con dos copas de más, somos de dar mucho por culo. En mitad de la noche, ha reventado el colchón hinchable. Chúpame la polla -he dicho a Wifiginio. Preferiría sodomizarte con saña -ha respondido. Como no nos poníamos de acuerdo, nos fuimos en busca del picoleto con la intención de reventarle el ano. Pero el muy cabrón nos esperaba alerta en el salón, completamente desnudo. Menuda pieza, al menos 40 centímetros. De súbito, zap, zap, desde el sofá, tal que una mamba negra, nos ha escupido al cuello una sustancia viscosa y corrosiva. Acabo de despertar en no se sabe bien qué mierda de desierto inhóspito y desconocido. Ni rastro de Wifi. "Arena, y más arena, y nada más que arena". Hubiese preferido despertar en el interior del maletero de un 600 en llamas. Estoy sediento, resacoso y voy a perderme la final de la Champions.
aLGUNA COPITA BEBERÍAS PARA TENER ESAS PESADILLAS
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