Ya no escucho tu voz
en las noches de insomnio
ni a la luz de los sueños.
Y me gusta pensar
que, más que a tu mutismo,
es debido al estrépito
de la lluvia de arena
empapando y pudriendo
con sus crepitaciones
de hielo y huesos rotos,
las raíces demacradas
que amamantan a duras
penas la remembranza
de remotos destiempos.
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