jueves, 3 de marzo de 2016

No todos los jóvenes fuimos iguales

Que la vida no es más
que una broma pesada
lo comprendí hace tanto
tiempo que ahora apenas
recuerdo aquellos años
de juventud —divino
tesoro— con la alforja
de la esperanza aún llena
de ilusiones modestas
y el bolsillo vacío.
Yo no vine a este mundo
a tratar de llevarme
por delante la vida
ni a dejar por eriales
sin caminos mis huellas.
Sólo vine a tratar
de vivir, permitiendo
a otros vivir sus vidas.
Pero esta vida, aun yendo
muy en serio, no es seria
y su grave argumento
se desvela bien pronto
como una inicua y mala
copia del pavoroso
cuento de la lechera.
Y lo malo no es tanto
que haya pasado el tiempo
y desde la tramoya
ruinosa del teatro,
asome, insoslayable,
junto a la edad provecta,
la verdad de la muerte.
Lo malo es que la vida
no fue más que una broma
tan pesada que acaso
apenas mereciera
ni un instante el honor
de ser llamada vida.

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