A lo que hemos llegado
deambulando a la fuga
por distintos caminos.
A lo que hemos llegado
—me pregunto si ignoras
como yo los motivos.
¿Qué pudo suceder
tan grave que nos trajo
a este lugar —lugares
enraizados a un yermo
pretérito que nunca
llegó a ser; universos
paralelos sin tiempo
ni plurales, ajenos
uno al otro aún inmersos
en el mismo vacío?
¿O acaso es que no hicimos
nada por consumar
—quiero pensar a veces—
aquello que negamos
tanto como esperábamos?
No hay vuelta atrás. No hay nada.
Ya no me quedan fuerzas
ni esperanza que, al menos,
me permitan buscar
la luz de otro horizonte
alumbrando el camino.
A lo que hemos llegado
—o he llegado, es mejor
para mí que tú te halles
muy lejos de sentir
esto que ahora siento.
Esto tan doloroso
que me ahoga, este miedo,
peor que el miedo a la muerte,
a ser rehén consciente
y eterno, sin dejar
de recordarte en todo
momento, de tu olvido.
La esperanza surge como el arco iris, aunque siempre llueva sobra mojado
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