Después del atentado
habrá muchos que vengan
a decir que de aquellos
polvos sirios que entraron
en Europa tratando
de escapar de la guerra
estos lodos de sangre,
vidas y huesos rotos.
Después del atentado
habrá muchos que traten
de usar como coartada
a los asesinados
para exigir más ojo
por ojo y aún más recias
fronteras como método
para la paz y el orden.
Pero al igual que ayer,
ahora, mañana y siempre,
después del atentado,
tratar de apaciguar
el mundo no será
cuestión de alzar fronteras
ni de poner fusiles
en manos de inocentes
para que den la vida
en pro de la codicia
de cuatro criminales
de orondo cuello blanco.
Porque al igual que ayer,
ahora, mañana y siempre,
después del atentado,
un mundo en paz, un mundo
más seguro y en orden
sólo será posible
aboliendo fronteras
y patrias y poniendo
libros, pan tierno y techo
al alcance de todos.
Después del atentado
tras llorar, como bien
nacidos, a los muertos,
también será de bien
nacidos evitar
que, ciegos por el llanto,
anide en nuestro pecho
afligido el parásito
letal de la venganza.
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