Más de cinco siglos después, las hogueras de las vanidades siguen
tristemente vigentes. Pero ya no crepita entre sus llamas supuestamente
purificadoras el lujo de los pudientes. Hoy sólo, las manifestaciones
socioculturales de los discrepantes. ¡Savonarola vive! ¡Qué milagro del
diablo!
Apocacaliptico pensamiento
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