Rentistas y pudientes de abolengo
nos cuentan a través de sus voceros
—expertos en asuntos económicos
y algún que otro político sicario—
que en un futuro próximo en España
no habrá dios que consiga sostener
tal cual nuestro sistema de pensiones
—“habrá que hacer recortes en lo público
y dar entrada a saco en el modelo
a fórmulas que impulsen el negocio
que ha hallado en ello el capital privado”.
A no ser, claro está, que, de algún modo,
venga alguien a abolir esa costumbre
—amén de antipatriótica, gravosa—
que tiene el español de nuestro tiempo
de fallecer a edades avanzadas.
Y es que no ha de llegarnos para todo
con la merma de ingresos que, sin freno,
predicen los gurús de lo económico,
demacrará las arcas del Estado.
Porque habrá que atender, entre otras cosas,
a un gasto militar, que irá creciendo
al tiempo que en el mundo se incrementan
acciones terroristas y miseria.
Y reducir impuestos a las grandes
mafias empresariales que amenazan
con trasladar sus sedes, de no hacerse,
a países más proclives al abuso
del medio natural y mano esclava.
Y seguir financiando los ingentes
gastos, sin duda alguna necesarios,
de nuestra aristocracia y nuestra iglesia,
que hay crisis de valores —cuánto aborto
y cuántos maricones y lesbianas
campando por las calles a sus anchas—
y las buenas costumbres se disipan
a la par que se arruina la nobleza.
Y ya voy terminando, aunque la lista
de dispendios se antoje interminable,
y no se pueda hablar, por ser presunto
delito, cuestionando a los monarcas.
Cuestión de prioridades, lo sabemos;
pero que no nos vengan con milongas.
Poema muy cantarín, es como recitar el Capital de Marx en verso
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