lunes, 21 de diciembre de 2015

La higuera australiana, ficus o árbol de las lianas (Carlos Parejo)


Los Duques de Monstpesier me trajeron a Sevilla allá por el año 1865 desde la lejana Australia, y me aclimataron en su jardín botánico. Aún se me encuentra allí en glorietas del Parque como la de Juanita Reina. Pero, a principios del siglo veinte, pegué el salto y me expandí para dar sombra a aquellas plazas que eran salones aristocráticos (como las del Cristo de Burgos y la del Museo). O para servir de faro al paseante, como en el compás de la Iglesia de San Jacinto del barrio de Triana. En todos estos lugares soy árbol centenario. ¡Quién lo diría¡

Mis raíces, cual columnas de templo gótico, sostienen mis veinte o treinta metros de altura y mis frondosas copas. Pero los días de temporales soy visto como bicho malo. Me acotan con cintas como si fuera un peligro público, pues mis viejas ramas a veces han caído estrepitosamente, aplastando cualquier cosa o ser viviente que hubiera debajo. Y me entran ganas de volver a mis selvas aborígenes.

Y que decir de nuestros vástagos adolescentes: ¡qué futuro tan incierto tienen¡ Les pongo un ejemplo, para que las cámaras de seguridad del Banco de España pudieran vigilar, la pareja de jóvenes ficus plantados en la Plaza de San Francisco, hemos sido podados a lo jardinero postmoderno. Parecemos sendos cubos vegetales, aunque sigamos siendo los mismos. Y si no se lo creen, vayan a vernos.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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