Cada vez que despierta
sobresaltado en medio
de un sueño, cuánto esfuerzo
le cuesta no rendirse.
Nada raro. Es de aquellos
que aun habiendo logrado
algún que otro triunfo
pírrico en sus batallas
diarias, ya ha asumido
que nunca ha de ganar
ninguna de sus guerras.
Es el lado amargo de la vida
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