Llueve a cántaros. Con avaricia. Con saña. El barrendero urbano, calado hasta los
huesos. Mudo. Rendido ante el efecto de la lluvia en sus carnes de
sesentón sin futuro. ¿Mudo? No del todo. De súbito, en tanto enciende un
pitillo al resguardo de unos soportales, masculla algo casi ininteligible. "¿En el pasado? ¿En el
pasado? ¡Manda cojones! Cómo se nota que ese señor no tenia que ganarse
el pan en la calle Y que gastaba buenos paraguas". Se termina el pitillo
y continúa a lo suyo. Llueve a cántaros.
Realismo urbano. Literatura de calle y popular
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