martes, 6 de octubre de 2015

La extracción



Hay que extraer la piedra. Es urgente. Cuestión de vida o muerte. O, acaso, de vivir o estar, sin ser, uncidos a la inercia de lo inerte. Porque bajo el imperio de la piedra, su tiranía de horas ocres y gérmenes punzantes de hambre y cepos, vivir es vegetar en la cloacas que acogen en su averno la inmundicia de los tratantes de esperanzas, los cuerdos y sus jarcias de araña, sus cordajes. El juicio interesado es una lacra que muda en albañales las tahonas. La espiga sin simiente es un cadalso; vegetar o cariarse en un ergástulo; dolor de savia y polen putrefactos, de coitos infecundos, de humo inicuo sin llama, de sanguijuelas empedrando la aorta de los sueños. Hay que extraer la piedra. A urnas y dientes. O a mazazos. La cor-dura es un juego de trileros, piedra negra que miente, nos desmiente. La banca siempre gana. Hay que extraer la piedra, dejar el corazón limpio de lajas. Para la libertad y el fruto. Para que dancen en la noche las luciérnagas. Para arrancar del surco la ortiga y el sermón, la distopía.

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