Me digo “qué me digo”.
Pero el problema es otro.
No el decir. No la duda
insoluble. Ficciones.
La conciencia. El que escucha.
El qué. El porqué. El discurso.
Ficciones. El problema
—o fractal de ficciones—
se halla en la omnipresencia
de lo vacuo. Por tanto
no hay barro. No hay aliento
mudando enlace el signo.
No hay vibración. No hay nada
que decir. Sólo ausencia
—ausencia: inexistencia—.
El problema —¿ya os dije
que no existe el problema?—
es la ausencia. La nada
fractal y única a un tiempo.
¿Nada? ¿Tiempo? F(r)icciones.
La nada anonadante que te anonada decía Heidegger
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