El que a estas alturas, cuando están a punto de cumplirse cuarenta años
desde la muerte del dictador genocida patrio, aún siga siendo necesaria
una ley de memoria histórica "como dios manda" ―que diría Rajoy―, es tal
vez el síntoma más evidente de lo injusta que ha sido la mal llamada
transición democrática con los cientos de miles de víctimas de la
ignominiosa e inmisericorde jauría de asesinos comandada por aquel
Generalísimo "zorrocotroco" y fascista, así como de la manga ancha
que, por contra, ha habido durante todo este tiempo para con los
verdugos, aún hoy gozando de la más absoluta de las impunidades. Y que
la ley aprobada al respecto por el Congreso de los Diputados en 2007,
haya sido derogada de facto al no consignarse ya en varios Presupuestos
Generales del Estado partidas económicas para propiciar su cumplimiento,
también nos dice mucho sobre el árbol genealógico político reciente de
España.
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