lunes, 24 de agosto de 2015

Yo tenía doce encinas... (Carlos Parejo)


Eso cantaba la sevillana Plaza de Cuba hacia medio siglo, cuando allí las plantaron doce pequeñas encinas para que la presidenta Evita Perón inaugurara su avenida de la República Argentina.

Pese a que en los campos andaluces hay más encinas que cualquier otro árbol, es la gran desterrada de la vegetación urbana, apenas si se ven. Aquí, de las doce encinas que tenía ya sólo quedan ocho por el instinto arboricida de autoridades y vecindario. ¡Pero, qué encinas,son como las que atravesaba la ardilla que según cuenta el geógrafo antiguo Estrabón no pisaba el suelo de Iberia de sur a norte¡ .Hay que irse a un Parque Natural para ver cosa igual. Son gigantescas, llegando al tercer o cuarto piso de los rascacielos burgueses que las escoltan. Y sus copas son frondosas, sirviendo de nido a cientos de aves. Sin embargo, su tono verde gris apagado es poco del gusto del sevillanito, que prefiere otras arboledas de colores cálidos como la jacaranda; las de flores y frutos vistosos como el naranjo, o las de formas orientalizantes como la palmera.

Si yo fuera alcalde reclamaría el sitio que se os niega en calles y plazas, aunque sólo fuera para dar compañía y sombra a aves y sevillanos austeros, serios y melancólicos como vosotras.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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