"Luna, lunera, cascabelera,
cinco pollitos y una ternera"
Hoy estamos de celebración. O, al menos, lo están en los Estados Unidos de Norteamérica. Y es que hoy se cumplen 46 años desde que, según la versión oficial de las autoridades federales de Washington D.C., un vuelo tripulado alcanzó por vez primera la superficie de la Luna. Al día siguiente, siempre según los norteamericanos, Neil Armstrong fue el primer ser humano en dejar su huella, al sur del Mar de la Tranquilidad, en el hasta entonces tan poético satélite. Y digo según los norteamericanos, no por dar crédito a esas teorías disparatadas que afirman que el paseo lunar de Armstrong y Aldrin nunca se produjo y realmente fue grabado en un estudio cinematográfico de Hollywood; sino atendiendo a la posible verosimilitud de ciertas leyendas nórdicas que atribuyen al viquingo Erik Thorvaldsson —más conocido como Erik el Rojo por ser evidente predecesor de las teorías filosófico-políticas de Marx y Engels— el alto honor de haber sido, tal y como sucedió también con respecto al continente americano, el primer visitante de la Luna. En cualquier caso, de no haber sido así, de lo que no cabe duda alguna es de que, antes que por los buenos de Armstrong y Aldrin, nuestro satélite fue hollado por Michel Ardan, el cual, una vez que el proto-Apolo ideado por Julio Verne no alcanzó su objetivo, quedando orbitando en torno a la Luna, abandonó a Barbicane y a Nicholl, sus compañeros de aventura, para lanzarse en parapente sobre aquella. Huellas todas que fueron concienzudamente borradas por la tripulación del Apolo XI, a fin de apuntar el tanto a la NASA y al gobierno de los Estados Unidos.
De momento no se han quedado por allí ni por ningún otro planeta, si bien no se sabe muy bien para qué fueron y van
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