Erase que se era una pareja de ancianitos, a los que nos adelantaban peligrosamente los peatones jóvenes de pasos enérgicos: nos pisaban los talones, se ponían a la izquierda y luego nos cerraban bruscamente el paso al girar a la derecha, como si fuéramos vehículos desvencijados y lentos. Y si venían de frente - andando o en monopatín - sólo se desviaban de refilón, cuando aterrorizados cerrábamos los ojos parados en la acera. Y, además, había que aguantar la berrea de los timbres de esos bicicleteros que se creían los amos de vía pública.
Moraleja. Pasear sin códigos morales (prioridad a niños y ancianos e indefensos y desarmados andariegos) es el peligro que se afronta en las aceras de las ciudades del siglo XXI, la de los viandantes sin urbanidad.
(¢) Carlos Parejo Delgado
Alma poética que tienes tú también !
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