Ya no recuerdo el día
exacto de la pérdida.
Tampoco el mes ni la estación ni el año,
ni si lucía el sol
o arreciaba la bruma
cegando las inciertas
leyendas de los mapas.
Sospecho que el motivo
de mi olvido no es otro
que nunca haber querido
aceptar lo evidente
y haber llevado en todo
momento desde entonces,
amén de tu desdén,
cargados tu recuerdo
y ausencia a las espaldas.
De modo que de cuando
en cuando, como ahora,
con la copa vacía,
brindo por ti sin mí
para con amargura
y sediento hasta el tuétano,
loándote, celebrar
tu hoy seguro sosiego.
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