miércoles, 1 de abril de 2015

El viento

Golpeó el viento la puerta con sus nudillos gélidos. La casa, pavorida, respondió desde el fondo del salón de lectura. “Las musas han salido, no queda nadie en casa.” Pero el viento insistió, mordió con sus colmillos de cellisca los goznes abatidos de herrumbre, y derribó, ululando, la madera minada por siglos de carcoma y abandono. Se detuvo un instante a engullir con fruición, los poemas que, trémulos, huían en tropel desde la biblioteca. Y al cabo, acompañado por su sicario el rayo, penetró hasta los últimos rincones, reclamando su diezmo de cenizas.

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