La extinción
Cautivo de los perros
del insomnio, deambula
llevado a la deriva por las olas
como un bajel fantasma. En estas aguas,
el frío del olvido huele a sangre
y naufragios anónimos:
invocación diabólica
desvelando a las bestias del abismo
—escualos de titanio
que en sus fauces trituran
la ternura y los sueños,
y luego los escupen
al rostro de un mañana
que se pudre entre sombras
y espejismos azules.
En estas aguas rojas
henchidas de metano
y sulfuro de hidrógeno,
hay que mudarse en témpano
de hielo, en piedra inerte
para seguir, sin vida,
albergando el delirio
de otra aurora fecunda.
Poeta ecologista atraviesa las orillas del polo químico de Huelva
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