El imperio angloamericano ha traído a Sevilla sucesivos nuevos cultos contemporáneos: Veneramos los artilugios informáticos del Valle de la Silicona (California) y la moda deportiva de los jugadores de la liga americana de baloncesto. Y ello, cuando aún sobrevive, y con qué fuerza, el culto al foot-ball que nos trajo el Imperio británico hace un siglo.
Pero antes, el sevillano que vivía entre el campo y la ciudad, adoraba a sus caballos y a las corridas de toros. Ese espectáculo donde el diestro desarrollaba un arte inteligente e intuitivo para frenar el ímpetu y la ira de la bestia animal.
Se remontan al siglo XVII esas otras adoraciones públicas tan genuinamente sevillanas al Cristo redentor en las procesiones del Corpus, y el culto a las imágenes sagradas sacadas en procesión de Cristos afligidos - sanguinolentos y semidesnudos-, y Vírgenes increíblemente bellas en su pasión dolorosa por el hijo torturado.
Pero, posiblemente, cuando se fundó Híspalis surgió la primera adoración ancestral: la de tomarse una cerveza a la sombra fresca en verano y bajo un al sol tibio y acariciador en los días fríos.
(¢) Carlos Parejo Delgado
Repito, me enamora el sevillanismo costumbrista no tópico del amigo Parejo.
ResponderEliminarPero aquí cae en un muy sevillano defecto, el de parcializar a favor de causa la universalidad de alguna cosa; para el caso el rito de la ssservesita a la sombra. Nada más urbi et orbe de polo a polo, que diría Henley.
Agustín Casado
Repito, me enamora el sevillanismo costumbrista no tópico del amigo Parejo.
ResponderEliminarPero aquí cae en un muy sevillano defecto, el de parcializar a favor de causa la universalidad de alguna cosa; para el caso el rito de la ssservesita a la sombra. Nada más urbi et orbe de polo a polo, que diría Henley.
Agustín Casado
Estoy de acuerdo contigo, demasiado ombligista, le pediré a editorial Planeta que quite ese párrafo de mis obras completas
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