Lo intente una y mil veces. Al óleo, en verso, en prosa, robando al arco iris sus colores, a las flores su aroma, el rocío a la aurora; pero no fui capaz de describirla. No había palabras ni diamantes ni estrella, que le hiciesen justicia al resplandor de sus ojos sin mancha. Yo nunca osé mirarla, pero en sueños besaba cada noche sus manos y le contaba cuentos de duendes y luciérnagas. Un día desperté y estaba muerto. Aún me duele el sabor de su nombre en los labios.
En una mirada...todo un mundo !
ResponderEliminarEstas musas, cuando se hacen mayores dejan de usar rimel y tienen ojos, quizás menos bellos, pero más auténticos
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