martes, 20 de enero de 2015

La trama



Hubo una fiesta de disfraces. Una excepción —según dijo el alcalde— fruto de la benevolencia del Jefe del Estado, que años atrás, tras terminar la guerra, había prohibido al pueblo, la alegría y las máscaras. Era el mes de febrero y hacía miedo y frío. De los montes bajaron, tocados con capucha, los proscritos, con la esperanza de encontrarse con sus seres queridos. Tres días después, al alba, murieron fusilados, tras sufrir un sinfín de espantosas torturas.

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