Fue la primera vez que vi la nieve. Era la Navidad de 1966 y yo tenía 5
años. Recuerdo que la víspera, tropecé yendo a dar de bruces al brasero.
Pero no sufrí daño alguno. Mamá, que nunca había creído en dios, pensó
que se trataba de un milagro. Yo prefiero pensar que no fue más que
suerte. Como lo de la nieve. Cuando me levanté –todavía no había
amanecido-, caían copos como gatos. Eran pequeños ángeles, y yo bailé
entre ellos, lo mismo que un demonio. Al día siguiente tuve pulmonía.
Pero eso nunca he conseguido recordarlo.
Los Reyes Magos te han traído un relato muy extraño y siniestro
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