viernes, 9 de enero de 2015

Aquel fue un año sin verano...

Aquel fue un año sin verano. Y tampoco llegó la primavera. A mediados de agosto, las nieves aún cubrían las almas temblorosas y los campos, y no había fruto alguno ni hortalizas que llevarse a la boca. Las beatas, en tropel, cada mañana, iban en procesión hasta la iglesia, para encenderles velas a los santos, tratando de este modo de entibiar sus manos ateridas, al calor de las llamas. Pero el templo era frío como un muerto. A finales de octubre, sacrificaron ramilletes de ondinas que sangraron como claveles vírgenes. Y el altar de la iglesia dio a luz una hidra indómita que vomitaba sombras, aguanieve y granizo. Yo, entretanto, rezaba a Prometeo, y, en el suelo del sótano, brotaban hadas, sílfides, patatas y pan recién horneado.

1 comentario: