Me sacó de mi sopor aquel prodigioso alarido de euforia salido desde el
mismo fondo del alma del locutor de radio. Era una euforia, vistos los
efectos producidos de inmediato en este frío y comedido narrador, sin
duda, altamente contagiosa. Algo trascendental acaba de suceder en el
devenir histórico -me dije; y me puse a pensar dónde cojones estaría la
botella de cava barato que sobró de las últimas Navidades a fin de
descorcharla y celebrarlo como la ocasión lo merecía. Sólo había sido un
balón al palo.
Ja, Ja, puedo asegurar que es verídico el salto que pegastes en la silla
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