Cuando menos lo esperas, alguien de quien jamás lo hubieses esperado, te confiesa admirar, por encima de todos los vates, a Panero. Y, por más que lo intentas, no alcanzas a explicarte algo tan sumamente extraordinario. Pero, por un instante, recuperas –y esto es de agradecer– esa fe que no sabes si alguna vez tuviste en la poesía.
La poesía es como el ejército del estado islámico que hace temblar la vulgaridad de nuestro lenguaje actual
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