martes, 30 de septiembre de 2014

El mismo afán, pero distinto

Sigo del mismo afán
cautivo, pero todo
ha cambiado, es distinto.

El mismo afán que el de esas bestias
que, tras andar arando
de sol a sol, bajo un sol inclemente,
un pedregal inhóspito en que nunca
habrán de germinar ni malas hierbas,
caen rendidos de bruces, reventados,
a un palmo de la fuente —oliendo el agua.

El mismo afán que ayer,
pero distinto.

Porque hoy, como sucede
a aquellos que padecen
la lacra del alzheimer,
no recuerdo el semblante
ausente que me empuja
a seguir, hasta la última
hiel, removiendo piedras
en busca de una brizna
de esperanza; hoy me mueve,
ya sin reconocerme
a mi mismo, el anónimo,
desconocido rostro
de un dolor sin memoria.

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