lunes, 8 de septiembre de 2014

Crisostomías (7) (Carlos Parejo)


Mi sobrino me ha dicho que, cuando se muera, quiere irse al limbo del ciberespacio virtual. Opina que debe ser mucho más entretenido que el paraíso de las religiones.

Los mercadillos tradicionales de las ciudades están como heridos de muerte, mientras afloran por doquier los tenderetes y mantas de vendedores inmigrantes procedentes del tercer mundo.

Dicen los tiburones financieros del norte que por fin han conseguido apretarle las tuercas a los estados europeos sureños que llaman despectivamente pigs. Aunque todavía, al menos los fines de semana, la gente vive ajena al eurotiempo. Éste se sigue estirando elásticamente hasta la una de la tarde para el desayuno, y hasta las cinco para el almuerzo.

Así se comportaba el funcionario más desesperantemente lento que nunca conocí. Cualquier incidencia en su negociado la tardaba en explicar una eternidad, realizando continuas paradas en detalles insustanciales, como si sus ideas circularan al modo de un ferrocarril de mercancías o de cercanías. Y cuando se aproximaba la conclusión de su informe verbal, lo interrumpía hablando brevemente de cosas diferentes, como los anuncios que te cortan el desenlace de la película de la televisión.

Hay personas poco dadas a escuchar. Como esas que desconectan y se evaden a su universo íntimo aprovechando que su pareja te suelta una incontinente catarata verbal.

Los que la tratábamos íntimamente sabíamos que tras su ego culto y refinado se ocultaba un ego de Rambo, que saltaba inopinadamente a escena cuando la cogía un atasco de tráfico o un dependiente se equivocaba con su factura.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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