La manzana de Eva
Dolorosa y cansada
es esta vocación sin estipendio,
de aprendiz de poeta.
Deambular por eriales
de tinieblas y abrojos,
arrancándose trozos
de hígado y pulmón
—el corazón intacto
como un fruto olvidado
que se pudre en el árbol—
para engullirlos crudos
y no morir de hambre.
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