Mi dios es el calvario, un camino sinuoso y empinado hacia un Gólgota sin cruces ni promesas de resucitaciones. He caído no sé cuántas veces y tantas otras me he levantado. Pero la luz que cargo sobre mis huesos rotos ya pesa demasiado y ha llegado el momento de no volver a erguirme. Yo soy el hijo bastardo de la Bestia, un engendro con cuerpo de gusano y las alas de un sueño tetrapléjico —POR QUÉ, PADRE, POR QUÉ. Me arrastro sobre el lodo, suplicando vinagre para calmar mi espanto. “Salvad a Barrabás”, exijo en un lenguaje ignoto a los espíritus que, en legión, han venido a apuntalar mis horas, esta agonía insomne que escupe contra el viento blasfemias y poemas. Y Barrabás maldice mi compasión espuria y, de un tajo certero, se corta la cabeza. Imposible, por tanto, concluir esta plegaria.
El por qué todavía queda más allá de nuestra conciencia, vemos el valle de lágrimas pero no lo que hay más allá
ResponderEliminarNo sé si llamarlo “Poema”, o quizás sí . ¿Qué es un poema, o quién lo mide cómo tal? A veces la desolación pare imágenes bellísimas.
ResponderEliminarQué sé yo, no me hagas caso.
Te abrazo Rafa, pasé a ver cómo estaba la hortaliza.
Muacks